Reseña: El libro de los venenos

Están locos estos romanos, o mejor dicho, están locos los médicos ajenos a los protocolos modernos.

Por ciertos motivos, cercanos a mi incesante lucha por vivir una vida deprimente en un trabajo terrible porque sólo busco objetivos disparatados, estuve buscando un documento útil para el período medieval sobre venenos. Entonces me topé con el presunto volumen no canónico de Dioscórides, un segoviano graciosete y un traductor que va sacando referencias literarias como si fuera el meme de Leonardo DiCaprio en Érase una vez en Hollywood.

Edición: Antonio Guzmán Guerra

Autores: Dioscórides (debatible) y Andrés Laguna.

Editorial y colección: Mármara, Hilo de lana.

Precio: 19,50 en la web de la editorial.

Páginas: 200

Sinopsis: Este libro no es de Dioscórides. O tal vez sí. Incorporado a una tradición de textos sobre botánica, El libro de los venenos y de las fieras que arrojan de sí ponzoña fue atribuido a la carismática figura del padre de la farmacología. Este tratado sobre plantas tóxicas y animales venenosos ofrece, al margen de sus fascinantes indicaciones botánicas y veterinarias, una deliciosa lectura. Desde los viejos relatos míticos de los griegos (recordemos a las hechiceras Circe y Medea), pasando por narraciones como la muerte de Sócrates por cicuta, narrada por Platón, y llegando hasta lecturas más recientes, como las novelas de Agatha Christie, el veneno desprende un penetrante halo literario que queda reflejado en los textos poéticos y narrativos que acompañan a la traducción de este libro. Esta versión está aderezada con los comentarios de Andrés Laguna, el primer traductor de Los venenos al castellano. Se recomienda leer con sosiego y una humeante tisana al lado.


Primero me gustaría aclarar una cosa, ¿me ha servido el libro para mis disparatados proyectos? Sí, y posiblemente para muchos más. A ver, el libro creo que es un gran documento de con qué cosas no deberías acercarte y más aún sus remedios disparatados que no sé si tendrán alguna validez (entiendo que vomitar sí sirve, pero lo de echarle vino a cualquier cura es debatible). 

La documentación es importante, de cualquier tipo y más si cabe si eres una persona curiosa hasta el absurdo como soy yo. Así que era muy sorprendente para mí descubrir ciertas cosas que no sabían ni que existían, hacer el doble chequeo en Internet y... Por lo visto de verdad que existían unos flipados de las serpientes que se creían descendientes de Circe y, por lo que cuenta Laguna, iban vendiendo alguna especie de aceite de serpiente (si no se morían antes, por ser mordidos por las mismas en sus espectáculos de vende motos... ) 

Además de que hay algo muy divertido en que un señor griego me diga qué remedios utilizar para sobrevivir a las mordeduras de seres mitológicos como el basilisco y la anfisbena, que ni sabía que existía. O también como el humanista Laguna habla de cómo un señor se tomaba casi las cantáridas a puñaos porque una inflamación en el pene es la opción perfecta para el sexo. Lo de luego mear sangre vendría después. 

La clave del libro son las tres voces que hay en esta edición. Primero la del presunto Dioscórides, la segunda de Laguna y la tercera del traductor Guzmán. Hay unas sinergias muy divertidas en esto de que un señor muy serio te diga cómo curar a un loco que le haya dado por beber sangre de toro, el segundo se ponga con tremendo texto de que la menstruación femenina es veneno mortal que arruina cosechas enteras y cómo el tercero, nuestro contemporáneo, pues busca un poema sobre un gato porque uno de los dos anteriores han mencionado al animal.

Esto no me lo estoy inventando, está en el libro.

De forma involuntaria me convertí en la cuarta voz, esa persona que ha quedado a tomar algo con unos amigos raros y sigue la conversación como Alicia iba a la hora del té con el sombrerero y las liebres. Y eso es absurdamente divertido.

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